#100
N°100 de La Causa Laboral: ¿Una hazaña o un milagro?

Naturaleza viva – Frida Khalo – 1952
Dorothea Tanning
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Un WhatsApp de Guillermo Pajoni y un llamado de Carlos Szternsztejn (confieso que, después de 35 años de amistad, tuve que verificar que escribía bien su apellido), me pusieron sorpresivamente en la tarea de escribir sobre la edición Nº 100 de esta revista. Además, próximo a emprender un viaje, estoy sin tiempo para confrontar mis recuerdos con cierto rigor histórico. Por lo tanto, pido indulgencia al lector por casi seguros errores y omisiones, productos de mi muy mala memoria que, desgraciadamente, no es consecuencia de mi vejez sino un atributo natural mío.
El título de esta nota me permite quedar bien con los creyentes y con los que no lo son, aunque sinceramente creo que haber llegado al número 100 es ambas cosas: una hazaña de algunos amigos y colegas y un “milagro”. Hemos visto tantos emprendimientos parecidos fracasar o no poder perdurar en el tiempo, con tanta gente capaz y eficiente a su frente, que no puedo dejar de lado el factor “milagroso”. Personalmente me constan las enormes dificultades que conlleva sacar una revista y mantenerla a “puro pulmón” y por simple militancia. Son muchísimas horas que sus responsables les quitan al ejercicio de la profesión, para que los socios puedan leerla.
En la Asociación siempre se tuvo en claro la importancia de la difusión de opiniones, doctrina y sentencias laborales, que estuvieran en armonía con nuestros valores y principios “pro operari”, ya que las revistas especializadas tenían una clara inclinación a publicar desde “la vereda de enfrente”, con generosos espacios cedidos a algunos seudos operadores científicos del derecho, que escribían desde posiciones ideológicas muy claras y en defensa de intereses muy concretos. Hablo de hace unos cuarenta años aproximadamente.
Cuando me incorporé a la militancia activa en la AAL, la responsabilidad por sacar una especie de “mariposa”, o sea una hoja tamaño oficio doblada por la mitad y escritas sus cuatro carillas, estaba en cabeza del querido y siempre recordado Guillermo Wiede, dadas sus condiciones y antecedentes literarios. Recuerdo que era rarísimo que faltara a una de las reuniones semanales, con su inseparable Sarita Molas Quiroga, a la que también se la extraña un montón.
Guillermo tenía una característica que nos resultaba muy graciosa: cada vez que tenía que criticar algo que se había hecho y que él no compartía, comenzaba diciendo “Con todo respeto…”. En ese caso todos sabíamos que después agregaba “¿quién fue el……que hizo esto?”. Así y todo, era imposible enojarse con él.
Teníamos asumido que no nos daba el cuero, económicamente hablando, para otra cosa que no sea sacar es “mariposa”. Pero un buen día, y esto puede ser también parte del “milagro”, un cliente que estaba haciendo un juicio por despido a no recuerdo quien, al que le había hecho una revista, me sugiere que la Asociación podía hacer lo mismo. Ante mis reparos por las enormes e insalvables dificultades económicas que tal proyecto tenía, me dice que con la venta de la publicidad se podía autofinanciar.
Este cliente era lo que hoy se denominaría un “emprendedor”, pero en aquella época se lo llamaría un “busca”. No sin grandes dudas llevé el tema a la Comisión Directiva, y se autorizó hacer la prueba. Claro que había riesgos, pero la posibilidad de que la Asociación tenga su propia revista era demasiado tentadora. Y nos tiramos a la pileta.
Nadie tenía experiencia en un proyecto editorial semejante, así que nos pusimos a trabajar y a aprender. Lamento no haber guardado el número 1, entregado a un joven y querido colega en la mudanza de mi último Estudio, junto con la colección completa de la revista en papel. Por eso no recuerdo a los que conformamos el primer Consejo de Redacción. Si la memoria no me falla, estaban Alejandro Ferrari, Guillermo Wiede, Sara Molas Quiroga, Carlos Szternztejn, Teodoro Sánchez de Bustamante, entre otros. Yo, como presidente de la Asociación, fui su primer Director.
Mi cliente (lamento no recordar su nombre), se lanzó a la titánica tarea de conseguir publicidad para la revista, con la que se financiaría su impresión y sus honorarios. Eso llevó, como es lógico, algún tiempo. Nosotros debíamos proyectar su contenido y conseguir el material a publicar. Como ahora, nos repartíamos la tarea de corregir cada artículo, sumando a las reuniones semanales de la Comisión Directiva las reuniones de la revista.
No creo que pueda expresar con precisión lo que sentí cuando mi cliente apareció con el número 1. Por mi insistencia la tapa fue un cuadro de Ricardo Carpani, cuyos murales alegóricos me había acostumbrado a ver en algunos sindicatos y en la CGT, y siempre me había impresionado la fuerza que tenían. Seguramente Carlos Szternztejn se habrá opuesto, y también seguramente quedó en minoría.
Recibí algunos ejemplares en mi Estudio, un día que tenía una reunión política con otras entidades y colegas, por temas de la coyuntura política, así que fui y lo primero que hice fue repartirlos, con un mal disimulado orgullo. Así comenzó esta hermosa aventura.
Cometimos errores, obviamente, como cuando pusimos en la tapa que era una revista “bimensual” en lugar de “bimestral”.
En algún momento decidimos incorporar una sección que se llamó “Lágrimas y Sonrisas”, con denuncias, chismes y bromas sobre el quehacer judicial en nuestro Fuero. Doy fe que, con el tiempo se convirtió en una de las secciones más importante, ya que los jueces y funcionarios de los juzgados era lo primero que leían, no tanto por disfrute personal, sino para ver si habían sido “escrachados” en alguna denuncia de un colega. Después sí, disfrutaban viendo cómo otros juzgados caían en la volteada.
Han pasado muchos años y el Consejo de Redacción se ha ido renovando constantemente. Me consta el esfuerzo personal que sus integrantes y el resto de los directivos han realizado y realizan para mantener a la revista “en la calle”. Pero sería injusto si no recordara el apoyo económico recibido de algunos sindicatos, que fue fundamental para ello.
Me hago cargo que hacer nombres de colegas que colaboraron y colaboran con la revista es cometer una enorme injusticia con los que omita, pero no puedo dejar de hacerle un reconocimiento a Carlos Szternztejn, siempre al pie del cañón, al igual que Guille Pajoni. David Duarte fue un Director maravilloso, totalmente comprometido. Creo que tuve algo que ver con su designación. Y un recuerdo a Hugo Mansuetti, en cuyo estudio nos reunimos muchas veces para planificar la próxima edición. Es claro que ellos, más que nadie, valoran enormemente la posibilidad de tener un órgano de difusión de nuestras ideas y principios, como herramienta fundamental en la lucha por una sociedad más justa y solidaria.
Y, para finalizar, mis felicitaciones a los actuales integrantes del Consejo de Redacción, por la titánica tarea de mantener a la revista en plena vigencia y recibir con orgullo y eficacia el “testigo”, en una verdadera carrera de relevos.
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