diciembre 2024

Una utopía laboralista para enfrentar a las distopías reaccionarias

congresolaboral

Dorothea Tanning

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Crónica del I Congreso Internacional del Trabajo, celebrado en Madrid, 13 y 14 de octubre de 2024

MADRID. Un gran salón colmado. Bullicio de conversaciones y música ambiental. Personas que se saludan, se abrazan, intercambian sonrisas y gestos de alegría; también de preocupación. Contradicciones comunes en militantes sociales de estos tiempos, como quienes celebran al reconocerse con vida después de batallas perdidas. Una voz femenina altisonante da una bienvenida al auditorio heterogéneo: autoridades gubernamentales, representantes sindicales, activistas sociales, periodistas, artistas, personas del mundo académico y algún etcétera. La diversidad étnica, geográfica y profesional remite a las conferencias de la OIT. El número de personas es difícil de estimar. “¿Aquí hay mucha gente”, afirma una participante. “Más de mil personas”, contabiliza otra. “Entre ochocientas y mil”, se corrige, forzando una sonrisa que expresa menos conformidad que resignación. Pero el gentío reunido en el centro de convenciones del hotel Meliá, emplazado en una zona de negocios intermedia entre la estación Chamartín y el estadio Bernabéu, no es importante. Al fin y al cabo, no es más que un congreso; lo importante es el objeto de la convocatoria, que se vislumbra ambicioso. Quienes estamos aquí sabemos que conformamos un grupo escaso para la empresa que se intentará poner en marcha; apenas “un buen número de personas”, me invaden palabras atribuidas a Žižek; muy lejos de la multitud que imaginaron Negri y Hardt como sujeto de cambio político antes de la explosión digital.

La voz femenina, ahora circunspecta, ordena un minuto de silencio. Valencia, dana, desastre medioambiental, muerte. Palabras que resuenan en las mentes del auditorio enmudecido por la liturgia del luto. Imágenes resplandecen en una gran pantalla, demasiado reales; ilustraciones de la catástrofe natural que devastó a media España. La secuencia visual prosigue con otra catástrofe, la social, que no reconoce fronteras. Penurias de la miseria que golpea y humilla a millones de personas. Indignan, soliviantan; predisponen a la lucha. Anatemas al “mercado total”, mi memoria evoca a Supiot.

La voz femenina recupera el modo vivace y crece la expectación. Presenta a la vicepresidenta segunda y ministra de trabajo de España, Yolanda Díaz Pérez, promotora y organizadora del congreso. La imagen de la mujer que sube al escenario no transparenta su energía interior; como el paisaje de montaña no muestra el interior del volcán. Su expresión exterioriza calma y fuego interior; concita la atención a su discurso, urge a la unidad, a la acción: “Las fuerzas de mercado no nos han vencido”. Pero es tácito que nos han debilitado —por eso este llamamiento—. Sin embargo, estamos en condiciones de luchar, de recuperar territorio perdido. Nuestra mayoría sociológica exige la atención de los gobiernos. Nuestra misión —enfatizó la ministra— se cifra en idear alternativas a “las políticas del dolor y del miedo”. El instrumento será la Internacional Laborista, cuya construcción colectiva acaba de comenzar.

La apertura del congreso se completó con exposiciones de los líderes de las dos grandes centrales sindicales españolas y una intervención por vía remota de Juan Somavía, exdirector general de la OIT, invitado a modo de homenaje —interpreta este corresponsal— por haber acuñado visionariamente, hace 25 años, el concepto de trabajo decente. Juzgado sumariamente y destratado en su hora por su escasa pretensión, el concepto es revalorizado hoy ante la incesante caída de los derechos sociales y la pérdida de eficacia de la mismísima OIT tras el desmoronamiento del estado de bienestar.

La organización del congreso subdividió la actividad en cuatro sesiones temáticas, cuyas consignas binarias parece conveniente consignar en este informe: “1. Blindar el poder laboral y sindical en los estatutos del trabajo del siglo XXI. Hacia una verdadera democracia en el trabajo. 2. Gobernar las transiciones y ensanchar los derechos laborales. Hacer frente a la esclavitud algorítmica y a la emergencia climática. 3. Despatriarcalizar el trabajo. Hacia un laborismo feminista y diverso. 4. Un frente unido por los derechos de las personas trabajadoras que aúne al Sur y Norte Global. Balance y próximas acciones”. Entre esos capítulos, se insertó un conversatorio en el que participaron personas del ámbito académico hispanoamericano, incluido este corresponsal, dedicado a las tendencias actuales del derecho laboral en Iberoamérica; empero, la vastedad del tema y el escaso tiempo asignado para este apéndice programático impidieron la recolección de un mínimo fruto.
Durante una jornada y media se escucharon muchos discursos; algunos de ellos, insustanciales y fatigantes; otros, alentadores y con riqueza de contenidos que proporcionan insumos para continuar —más bien, renovar— la tarea que se sabe de antemano que será ardua. Selecciono algunas líneas que mi libreta de apuntes alcanzó a recoger:

“Es necesario construir una utopía laborista contra las distopías reaccionarias”.
– “El trabajo no es un insumo productivo más; debe ser regulado y constituir un estatus de ciudadanía laboral”.
– “El proyecto neoliberal tiene una agenda compartida a escala mundial que se fundamenta en la destrucción de los derechos laborales y la generación de desigualdades; esto implica una amenaza seria que debe estar en el centro del debate”.
– “No hay democracia sin trabajo decente; sin esa identificación que permite a las personas vivir de su propio trabajo, lo que significa vivir con dignidad”.
– “Es necesario limitar a los monopolios que actúan y regulan como gobiernos e incluso les disputan el poder a estos”.
– “La negación de la igualdad, el feminismo y el cambio climático es la forma más evidente en que se manifiesta la negación de la democracia”.
– “La humanidad no está preparada para contrarrestar la pulsión destructiva del nuevo neoliberalismo, que en verdad es el mismo de siempre con nuevos posicionamientos tácticos”.
“De nada sirve el sindicalismo sin perspectiva global”.
“Los retos que amenazan al mundo del trabajo deben enfrentarse con mirada internacional y agenda internacionalmente compartida”.
“La justicia social requiere obligar a contribuir a las grandes fortunas”.

Diagnósticos —algunos de ellos, obvios; otros, tardíos— más que propuestas; lo cual es comprensible dadas las circunstancias. No obstante, dieron aliento a la asamblea que abarrotaba el recinto. Motivan a creer que sería posible imponer a los gobiernos y a las empresas transnacionales la agenda de los nuevos, y no tan nuevos, derechos y principios sociales. Enumero brevemente: reducción de la jornada laboral, cuidado de personas, perspectiva de género, laboralidad del trabajo mediante plataformas digitales, adecuada gestión de las nuevas tecnologías en el ámbito de trabajo, adaptación de los mercados laborales a la lucha contra el cambio climático, no discriminación, estabilidad en el empleo. No son meras consignas. Tampoco objetivos de fácil consecución. Si se alcanza, aunque sea una parte de esa agenda, será por virtud de una enorme brega colectiva y multisectorial. Una larga marcha que deberá sostenerse durante un tiempo muy prolongado; combustión de mucho presente para construir una parte de un incierto futuro. El primer paso es la carta global de derechos laborales, que significa a la vez la culminación del congreso y el pistoletazo de largada de un nuevo intento de construcción de fuerza social y política internacional destinado a abordar el tema de nuestro tiempo.

Representantes de una lista no muy extensa —hay que admitirlo— de entidades participantes se aprestan a suscribir la Carta. Una parte muy exigua de esa lista es ocupada por agentes de gobiernos de mediana a baja gravitación en el ajedrez internacional: España, Brasil, Colombia, Eslovenia, Honduras y Somalia. Prosigue un número más significativo, aunque de pequeña escala, de organizaciones sociales, principalmente europeas; el derecho social va perdiendo contenidos en el camino, pero no muta su ser eurocéntrico. Es imperativo destacar la membresía de origen de dos entidades del cuadrante suroccidental caras a nuestros afectos: la Asociación Latinoamericana de Abogados y Abogadas Laboralistas (ALAL) y la Asociación Latinoamericana de Jueces del Trabajo (ALJT), presentes en el acto y firmantes de la carta.

Este primer paso necesita sumar caminantes, huelga decirlo. Más brazos, más mentes, más voluntades. No será fácil hacer crecer lo que acaba de crearse, nadie puede ignorarlo. Hay conciencia de que la acción debe ser internacional, obviamente sin descuidar el mantenimiento de la casa propia. La inteligencia natural tiene la misión de diseñar estrategias y medios idóneos para involucrar a organizaciones y personas. Sobre todo a las generaciones más jóvenes, anarcotizadas (copio al Indio Solari) por el individualismo tecnológico. El mayor desafío y la mayor responsabilidad pesan sobre las organizaciones sindicales, necesitadas de fortalecimiento y obligadas al test permanente de democracia interior y a revisar la efectividad de su metodología de acción. La nueva cita al congreso tendrá lugar en Liubliana, capital de Eslovenia, dentro de dos años. Ya no habrá lugar para la catarsis colectiva. La masa crítica tendrá que crecer, y la convocatoria llevará implícita la exigencia de exhibir algunas tareas cumplidas.

Informe: Héctor Omar García (enviado especial)

Puede descargar la Carta desde aquíInternacional Laborista 2024 – Carta Global de Derechos

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