#75
Las Uvas de la ira
Por JOHN STEINBECK
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Los siguientes fragmentos, fueron extraídos del libro “Las Uvas de la Ira” de John Steinbeck, autor norteamericano. Premio Novel de literatura del año 1962.
En este libro el autor relata las experiencias de más quinientos mil trabajadores, que son echados de sus tierras de cultivo de algodón, por la mecanización del trabajo por medio de la utilización de tractores para trabajar la tierra y la cosecha de algodón. En busca de trabajo cruzan todo el país por la ruta 66 y viven las amargas experiencias que se relatan en esta obra maravillosa.
Y por otra parte, los grandes propietarios que han de perder su tierra en un alzamiento los grandes propietarios con acceso a la historia, con ojos para leerla la Historia y conocer el gran hecho: cuando la propiedad es acumulada en muy pocas manos termina por ser arrebatada. Y este hecho gemelo: cuando la mayoría del pueblo tiene hambre y frio, tomarán por la fuerza lo que necesiten. Y ese hecho pequeño que resalta en toda la Historia: la represión sirve para fortalecer y unir a los oprimidos. Los grandes propietarios ignoran estos tres gritos de la historia. La Tierra recayó en un número menor de personas, aumento el número de los desposeídos, y todos los esfuerzos de los grandes propietarios fueron dirigidos a la represión. Se gastó el dinero en armas, en gases para proteger las grandes posesiones, y se enviaron espías a recoger los murmullos de revuelta para que pudiera ser sofocada. Se prescindió de la economía evolutiva, no se hicieron planes para el cambio, y solo se consideraron los medios para destruir la revuelta mientras subsistían las causas.
Los tractores que privaron a los hombres de trabajo las poleas que llevaban las cargas, las máquinas que producen, aumentaron; y más y más familias huyeron precipitadamente a las carreteras, buscando las migajas de los poderosos, codiciando la tierra que se extendía junto a los caminos. Los grandes propietarios formaron asociaciones para protegerse y se reunieron para discutir los medios de intimidar, de matar, de envenenar con gases.
Pues bien, como tu dijiste, han reducido los jornales. Llegaron muchísimos trabajadores nuevos, tan hambrientos que trabajarían por una rebanada de pan. Vas a coger un durazno y alguien se te adelanta. Muy pronto acabará la cosecha. Los tipos corren a comenzar en otro árbol. He visto riñas……, uno insiste que es su árbol, otro que quiere recoger del mismo árbol. Incluso desde el Centro han traídos tipos así. Más hambrientos que el demonio. Trabajan todo el día por un trozo de pan. Dije al de la inspección: “no podemos trabajar por dos centavos y medio el cajón”, y el dijo: “váyanse entonces, dejen el trabajo. Estos otros sí que pueden”. Y yo les dije: “pero en cuanto se les haya pasado el hambre no lo harán”. Y él me contestó: “tendremos listos todos los duraznos antes que se les pase el hambre”.
Y las Compañías y los Bancos fueron labrando su propia ruina, aunque sin darse cuenta. Los campos eran fértiles y por los caminos marchaban hombres hambrientos los graneros estaban llenos, y los hijos de los pobres crecían raquíticos y en sus cuerpos se hinchaban las postulas de la pelagra. Las grandes Compañías ignoraban que es muy delgada la línea que separa al hambre y la ira. Y el dinero que pudo haberse pagado en jornales se gastó en gases venenosos, armas, agentes y espías en listas negras, en instrucción militar. En las carreteras los seres errantes se arrastraban como hormigas en busca de trabajo, de pan. Y la ira comenzó a fermentar.
CAPITULO XXV ( fragmentos)
La primavera es hermosa en California. En los valles los árboles florecen con tonos rosados y de cuando en cuando en un macizo de flores blancas parece una ola espumosa en un mar poco profundo. Luego llegan los primeros zarcillos que crecen en las viejas parras nudosas, cayendo en cascadas que cubren los troncos. Las colinas verdes son redondas y suaves como pecho.
A lo largo de las plantaciones se mueven los cultivadores, desarraigando el paso inútil, rompiendo la tierra para retener el agua, haciendo pozos para el regadío, destruyendo las raíces de las malezas que pueden chupar el agua que es para los árboles.
Todo el tiempo la fruta va creciendo y las flores van cayendo en grandes cascadas sobre los troncos. Aumenta el color y las hojas adquieren un verde más oscuro. Y las peritas comienzas a adquirir forma. De las vides surgen pequeños pétalos y las cuentecitas pasan a ser grandes esferoides, y los esferoides aumentan de peso. Los hombres que trabajan en los campos, los propietarios de los pequeños huertos, vigilan y calculan. El año será bueno.
Primero maduran las cerezas. A centavo y medio la libra. ¡demonios, más nos cuesta el recogerlas! Cerezas negras, cerezas rojas, llenas y dulces. Los pájaros se comen la mitad de cada cereza y las avispas se meten en los agujeros por los pájaros. La ciruelas de púrpuras de alisan y se endulzan. “¡Dios mío, no podemos recogerlas, sacarlas y pulverizarlas! No podemos pagar jornales, sean cuales fueren….
Y las peras se tornas de un color amarillo. A cinco dólares la tonelada. Cinco dólares por cuarenta cajones de a cincuenta libras. “no podemos”. Y la fruta cae pesadamente al suelo y se destroza en la caída. Las avispas se meten en la carne dulce, y hay un olor de fermentación y podredumbre….
El olor a podredumbre llena el país.
El trabajo en las raíces y en las viñas, en los árboles, ha de ser destruido para mantener el precio, y esto es lo más amargo, lo más doloroso de todo….
En los barcos se quema el café como combustibles. Se quema el maíz para lograr calor. Se arrojan patatas a los ríos y se colocan guardias en las orillas para que la gente hambrienta no pueda sacarlas.
La gente fue al rio con redes para pescar las patatas y los guardias los hicieron volverse; llegaron en sus desvencijados coches para recoger las naranjas tiradas, y las encontraron empapadas de petróleo. Y se quedan quietos viendo flotar las patatas, escuchan los chillidos de los cerdos cuando los descuartizan para cubrirlos de cal, ven como se provoca la putrefacción de las naranjas. Y en los ojos de la gente hay un expresión de fracaso, y en los ojos de los hambrientos hay una ira que va creciendo. En sus almas, las uvas de la ira van desarrollándose y creciendo, ya algún día llegará la vendimia.
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