mayo 2020

La pandemia: Una crisis dentro de la crisis

Dorothea Tanning

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Es sin dudas muy delicado en estas circunstancias escribir sobre esta pandemia tan particular y tan nefasta y su relación con el trabajo y los trabajadores. Llamativamente el debate central se nos aparece como la elección entre la salud y la economía. O sea que supuestamente si se protege la salud no hay salida económica y si se prioriza la economía se deteriora la salud de la población. En realidad la pandemia ha puesto en claro un aspecto central del sistema social en que vivimos. Cuando decimos salud estamos hablando fundamentalmente de la sobrevivencia de las inmensas mayorías sociales que viven del trabajo y cuando hablamos de economía, ponemos el eje en esas mismas mayorías sociales que producen la riqueza de la sociedad. Hoy más que nunca queda claro que los creadores de riqueza son los trabajadores (Adam Smith, Ricardo y fundamentalmente Marx ya lo decían) y cuando estos no producen la economía capitalista se cae a pedazos. En este cuadro queda también clara la contradicción entre salud y economía capitalista, aspecto que en realidad tampoco es novedoso pero que ahora se visualiza con total crudeza. La cantidad de muertos diarios por accidentes de trabajo (7.600 trabajadores por día en el 2019 según la OIT) son la muestra evidente de como la salud se contrapone al sistema de explotación de la persona humana que se impone en este sistema de relaciones de producción. Y es en este encuadre que me permito avanzar en la realidad que hoy nos toca vivir como sociedad.- La salud social y el sistema capitalista de producción hoy son factores que se contraponen y el éxito de uno significa la caída del otro.
El Decreto 260/2020 que enmarca la política que determinó el Gobierno en este cuadro, evidentemente se inició con una cuarentena extendida que priorizo evitar los contagios y la propagación de la enfermedad y por ende cerró la economía salvo para actividades ligadas justamente a las cuestiones sanitarias fundamentalmente.
No voy a analizar en esta instancia las motivaciones que pudieron haber llevado a esta línea de acción que obviamente tiene diversas miradas. El hecho concreto fue ese y allí por ahora me detengo en dicho aspecto.
Este Decreto tuvo obvia relación con los trabajadores y fue la base de las posteriores Resoluciones del Ministerio de Trabajo y Decretos 297, 325 y 329.
Pero mi intención no es detenerme en el análisis de dichas normas sobre las cuales ya se han referido diversos colegas con variadas posiciones, sino sobre las consecuencias reales que las mismas han generado en el ámbito laboral.
Quizás la más relevante y la más incumplida, ha sido el Decreto 329 que prohíbe los despidos y suspensiones sin justa causa o por fuerza mayor o falta de trabajo durante el plazo de sesenta días. Este Decreto introdujo la figura del art. 223 bis de la Ley de Contrato de Trabajo que generó un amplio debate respecto a su contenido y alcance que es materia de análisis en esta Revista. Los hechos posteriores parecen confirmar lo que muchos temían respecto de esta destemplada incorporación. En efecto, si bien las lecturas de muchos colegas resaltaban la inaplicabilidad de esa norma para los nuevos despidos y suspensiones en virtud de que se habían prohibido tales medidas en el artículo anterior, no se dejaba de temer que en realidad esa norma fuera utilizada para continuar suspendiendo y/o despidiendo trabajadores mediante supuestos acuerdos que luego homologaría el Ministerio de Trabajo, violando así mediante este artilugio las referidas prohibiciones.
La realidad está golpeando fuertemente ante esta preocupación. La AFIP en sus estadísticas registra cuarenta y cinco mil trabajadores dados de baja, varios sindicatos (UOM. Comercio, entre otros) ya resaltan acuerdos de suspensiones y rebajas salariales utilizando la figura del art. 223 bis citado. Y según la información que contamos, el Ministerio de Trabajo estaría homologando estos acuerdos.- O sea que pareciera que aquí se ha producido un acto de gatopardismo. No se entiende que si el Estado prohíbe los     despidos y suspensiones, y en una norma anterior garantiza la integridad del salario de los trabajadores, luego el mismo Estado homologa acuerdos que establecen despidos, suspensiones y rebajas salariales. Y los números son muchos más de los que arroja la AFIP considerando los trabajadores contratados por figuras no laborales y todos aquellos no registrados.
Según el Observatorio del Despido se quedaron sin trabajo o fueron suspendidos un total de 13.359   desde el 20 de marzo, en tanto un número considerable de empresas, en su mayoría medianas y grandes en el orden del 42%. El mapa de despidos y suspensiones reflejó que mientras un 54,16% de las empresas utilizaron hasta el momento la reducción del salario; el 34,4% decidió postergar los pagos de sueldos y el 10,4% restante llevó a cabo medidas varias tales como adelantamiento de las vacaciones y quita del presentismo, premios y horas extras. (Fuente www.perfil.com).
La Organización Internacional del Trabajo prevé que esta crisis provocará más perdidas de trabajo que la del 2008. Es así que calcula en alrededor de 200 millones de puestos de trabajo que se perderán en el mundo. Respecto de nuestro país evalúa una perdida entre 200 mil y 340 mil puestos de trabajo.  
O sea que entre pérdidas de puestos de trabajo, suspensiones, rebajas salariales, el universo de personas expulsadas del sistema que en su momento la UCA estimaba en el 25% de la población y el 40% de trabajadores informales, vemos claramente una vez más quienes son y van a ser las víctimas de la crisis.
Pero la lectura que los medios dominantes resaltan, colocan la situación en otro ámbito.
Es así que como es habitual en la burguesía expresada por las multinacionales y las grandes empresas nacionales, bancos y financieras, el eje pasa por la pequeña y mediana empresa. En efecto, se resalta su crisis, que nadie niega, pero se extiende a todo el universo empresarial. O sea se utiliza en realidad a la pequeña y mediana empresa para terminar favoreciendo a la gran empresa. Y es así que surgen pequeñas empresas que obviamente no pueden pagar los sueldos, que no tiene trabajo, que están cerradas, etc. para así justificar en el universo social los despidos, suspensiones y rebajas salariales.
Y así se utiliza al restaurante, al pequeño comerciante, al profesional como ejemplo de la situación. Y aclaremos que estos y otros tantos casos son absolutamente reales y efectivamente pasan por esa crisis, pero el problema es cómo se soluciona esa situación. No se soluciona despidiendo, suspendiendo y/o rebajando salarios. Claro que luego quienes toman esas medidas son Techint, Mac Donald, las automotrices, y tantas otras que nada tienen de pequeñas empresas.
En estos días se habla de un impuesto a las grandes fortunas, que por lo que hasta ahora se puede avizorar, solo afectaría a alrededor de 12 mil personas, o sea al 0,03% de la población aproximadamente, a los cuales por única vez se le haría una cosquilla en sus bolsillos. En el primer mundo, los porcentajes y las sumas a retener son marcadamente mayores sin que esto implique que se solucionará la cuestión por esta vía. Pero, en la emergencia, toda persona que solo vive de su trabajo tiene que tener garantizado un ingreso base que le permita cubrir sus necesidades fundamentales y para ello el camino no son los despidos, suspensiones o rebajas salariales sino un impuesto que vaya directamente al salario y que garantice una suma a esos efectos. Pero que la garantice de verdad y no sea un tímido paliativo que mantiene la miseria en sus mismos términos.
Las medidas dispuestas respecto de las medianas y pequeñas empresas hasta la fecha y por diversos motivos no se han cumplido, y por otra parte es llamativo que se deje en manos de la banca privada el desarrollo del plan al efecto. Se les da plata a los bancos, lo bancos no prestan o prestan a tasas imposibles de pagar y la rueda sigue.
Todo esto enmarcado también en un sistema privado de salud que no garantiza la protección de la población en caso que la curva de la pandemia crezca.
Mientras tanto, las empresas presionan para que se flexibilice la cuarentena y se abra la economía para otras actividades. En parte lo van logrando mediante decretos y resoluciones que permiten día a día la reapertura de empresas.
Pero en definitiva y es aquí lo más preocupante, las y los trabajadores formales, informales, expulsados, monotributistas, contratados, etc. son quienes en mayor medida sufren y van a sufrir las consecuencias de la crisis. Crisis que ya antes de la pandemia se avizoraba en el planeta y que en nuestro país, deuda externa mediante, ya había hecho base, y que con el desarrollo de esta peste se agravó en forma superlativa. La Junta de Vigilancia Mundial de la Preparación ante Crisis Sanitarias” de la Organización Mundial de la Salud en el Informe “Un Mundo en Peligro” realizado especialmente por encargo del Banco Mundial y de la OMS advertía sobre la pandemia.- Cuatro o cinco meses antes de la identificación del primer contagiado en Wuhan, capital de Hubei, China, la Junta integrada entre otras, por la ex – ministra de Noruega y ex – directora general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y por Elhadj As Sy, secretario general de la Cruz Roja Internacional, como co-presidentes, presentó ese informe ante la OMS.
La Junta, integrada por otros trece especialistas, entre ellos los máximos responsables actuales del control de epidemias en China y Estados Unidos, George Gao y Anthony Fauci. La Junta fue co-convocada por la OMS y el Banco Mundial, en 2018 “para prepararse ante las emergencias sanitarias de ámbito mundial y mitigar sus efectos” a partir de la experiencia de la epidemia de ébola de 2014/16. Su conclusión fue terminante: “El mundo no está preparado”. Hace pocas semanas, el 18 de marzo, el diario “Página 12” recordó ese trabajo en un artículo titulado: “Coronavirus: los gobiernos conocían el peligro pero no hicieron nada” (“Página 12”-18/3/20). Y también se hizo en “No digan que nadie avisó” – “Cohete a la Luna” – Mar 29, 2020 con el subtítulo de “La pandemia y sus costos humanos y económicos fue anunciada en septiembre de 2019”.
La Junta advertía que “enfermedades potencialmente epidémicas como la gripe, el síndrome respiratorio agudo severo (SARS), el síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS), el ébola, el zika, la peste o la fiebre amarilla, entre otras, presagian una nueva era marcada por una mayor frecuencia en la aparición de brotes de consecuencias nefastas y propagación potencialmente rápida, cada vez más difíciles de gestionar”.
En ese documento se alertaba que la extensa información que se brindaba era para “conocimiento y organización de los gobiernos, las comunidades profesionales, las sociedades y los individuos” para “anticipar, detectar, responder y recuperarse” del impacto de una “probable, inminente o real emergencia en salud” (extraído del muro de Luis Zamora – Ay L).- La pandemia ya forma parte de la triste rutina que nos plantea el sistema capitalista.
Es en este cuadro y en esta perspectiva donde debemos analizar la situación y el futuro que nos depara extremos como los que estamos viviendo.
Y volviendo al plano doméstico, otro dato a considerar y que demuestra lo grave de la situación y el universo que abarca, se refiere a la cantidad de personas que se anotaron para percibir la suma de diez mil pesos como ayuda. El P.E.N. había estimado su número en 3 millones y se encontraron con más de 11 millones de anotados al efecto. Esto hizo eclosión y generó que por una parte se rechazaran cantidades importantes y se postergara el pago de la referida suma.
Y la pregunta inmediata es: ¿es posible mantenerse saludable con salarios miserables o sin salario alguno?? Es posible vivir sin percibir una suma que cubra las necesidades esenciales??
Se resalta en esta instancia el problema de la distribución de la riqueza como un tema a debatir, sin entender que la matriz de ESTA distribución de la riqueza a nivel planetario y con sus altas y bajas, está en la esencia del sistema capitalista. Aquella distribución original que hizo que una ínfima minoría se apropiara de los medios de producción, en tanto la inmensa mayoría quedaba sujeta a su capacidad psicofísica como medio de vida, generó la base distributiva de esta sociedad. El problema de la distribución se va a solucionar cuando se distribuya socialmente tanto los medios con los que se produce como el resultado de esa producción. Y eso está fuera de este sistema.
Sin perjuicio de ello y en estas circunstancias, la única manera de solventar mínimamente la crisis, es estableciendo un impuesto a la riqueza que garantice un ingreso a toda la población sin distinción de sectores.
Y a partir de allí, volver a debatir sobre qué sociedad queremos, visto la lamentable experiencia que esta pandemia nos deja. Porque, además, esta pandemia se irá, pero los expertos como ya se indicó, resaltan que otras vendrán, dado que la destrucción del planeta generada por este sistema que solo persigue la ganancia a través de la competencia y por tanto sin reparar en la naturaleza, va a generar nuevas crisis como la presente, en lo económico y en el ecosistema.
En definitiva nuevas crisis que sufrirán las pobres mayorías sociales en un mundo que o lo cambiamos radicalmente o nos lleva a la destrucción.
 
Imagen: Desocupados, de Antonio Berni

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