mayo 2020

Lágrimas y sonrisas

Dorothea Tanning

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Dedicado a nuestro Director
Dicen que el coronavirus afecta principalmente el sistema respiratorio. No obstante, este cronista piensa que, en algunos casos, puede provocar daños cerebrales. Un caso sería el del Director de la Revista, que le pide al cronista que cumpla con su débito laboral y entregue en plazo el material de una página de humor…después de un mes de cuarentena. Con el agravante que en nuestro país hace poco hubo un cambio de gobierno y Mauricio Macri no es más el Presidente. Con él, aún en medio de esta crisis sanitaria, tendríamos material de sobra para divertirnos. Por suerte un colega, conocido como “el gaucho de Recoleta”, cedió para esta sección una payada de su autoría, con la que se ocupa una parte importante de ella. Lo que sí, este número, como es lógico, sólo tendrá una “lagrima” y será autorreferencial.
No bajar los brazos, queridos colegas, que falta poco
Había el cronista salido a la calle, con mucho temor de ser detenido, ya que Rodríguez Larreta amenazaba a las personas mayores con tener que elegir entre el garrote vil o el fusilamiento si osaban poner un pié en la calle. Si bien salía para pasear al perro, mi temor era…porque no tengo perro. Y el turro del 9º A, mi vecino, se negaba a prestarme el suyo, alegando que él lo sacaba 10 veces por día, a punto tal que el pichicho, más que poder salir le pedía regresar al departamento. Cosas del coronavirus.
Lo concreto es que paseando por el parque a Boby (será imaginario, pero tiene derecho a un nombre), el cronista se encuentra con un platillo volador que recién había aparcado (en cuarentena estoy viendo mucho teleteatro centroamericano), y con un ser con un impresionante traje espacial. Como no traía barbijo como ordena el gobierno, lo amonesté severamente. Ruborizado, me dijo que era un viajero en el tiempo y me preguntó qué año era. Le respondí que 2020, a lo que contestó “¡Ah, el primer año del aislamiento social y la cuarentena”! Plop.
Recuperado del desmayo me dijo si quería saber algo de mi futuro. Recordé que había programado, para cuando termine la cuarentena, una entrevista para postularme para un cargo muy importante. Me tocó la frente, entré en trance y me pude ver frente al Presidente de la compañía, que leía con mucho interés mi currículum. Entonces dice “muy interesante su desarrollo laboral, pero ¿qué hizo en 2020 y 2021?”. Respondí “me lavaba las manos 20 veces por día, comía, dormía y paseaba a Boby”.
A pesar de todo, confieso que la cuarentena no me pega tan mal. Si quiero comer, como; si quiero dormir, duermo; si quiero pasear a Boby, salgo; y si quiero sexo, como, duermo y paseo a Boby. Y por si todo eso fuera poco, no creo que pueda repetirse esto de levantarse a las 12 del mediodía, y pensar que estoy ayudando a salvar el mundo. Otra consecuencia positiva del aislamiento social es que la infidelidad disminuyó un 99%. Estoy buscando al 1% para que me cuenten cómo hicieron.
Creo, eso sí, que la sociedad está un poco paranoica con esto del coronavirus. Cuando comenzó la cuarentena me llama un abogado amigo, que vive en una ciudad del interior del país. Me cuenta que estaba en el banco judicial de su localidad intentando cobrar un cheque (todavía se podía), cuando ingresan violentamente tres masculinos (también estoy viendo “Policías en acción”) con barbijos puestos, pegándose un julepe bárbaro. Me cuenta que cuando dicen “¡esto es un asalto!”, se quedó mucho más tranquilo.
Acepto, en cambio, que el aburrimiento de la cuarentena es insoportable. Por eso me pareció muy razonable lo que me decía el colega en una charla telefónica: “estoy tan aburrido, que si vienen los Testigos de Jehová los atiendo”. Bueno, no exageremos. Por eso le aconsejé que haga como yo que me puse un gimnasio en casa…Les juro que el lunes comienzo.
Para finalizar, le he propuesto al Presidente que emita otro DNU, estableciendo penas gravísimas para todo aquél que, al finalizar la cuarentena, nos encuentre y nos diga “¡qué gordo que estás”!
Bueno, espero que el próximo número de la Revista nos encuentre con la vida normalizada, con los dirigentes y políticos haciendo las cagadas habituales, y con nuestros queridos jueces dándonos material de sobra para esta sección. Añorar todo eso es otro milagro del coronavirus.

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