octubre 2024

Sentencia – Margot

Celedonio

Dorothea Tanning

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Sentencia

La audiencia, de pronto se quedó en silencio:
de pie, como un roble,
con acento claro
hablaba el malevo.

Yo nací, señor juez, en el suburbio,
suburbio triste de la enorme pena,
en el fango social donde una noche
asentara su rancho la miseria.

De muchacho, no más, hurgué en el cieno
donde van a podrirse las grandezas…
¡Hay que ver, señor juez, cómo se vive
para saber después por qué se pena!

Un farol en una calle tristemente desolada
pone con la luz del foco su motivo de color…
El cariño de mi madre, mi viejecita adorada,
que por santa merecía, señor juez, ser venerada,
en la calle de mi vida fue como luz de farol.

Y piense si aquella noche, cuando oí que aquel malvado
escupió sobre sus canas el concepto bajo y cruel,
hombre a hombre, sin ventaja, por el cariño cegado,
por mi cariño de hijo, por mi cariño sagrado,
sin pensar, loco de rabia, como a un hombre lo maté.

Olvide usted un momento sus deberes
y deje hablar la voz de la conciencia…
Deme después, como hombre y como hijo,
los años de presidio que usted quiera…

Y si va a sentenciarme por las leyes,
aquí estoy pa’aguantarme la sentencia…
pero cuando oiga maldecir a su vieja,
¡es fácil, señor juez, que se arrepienta!

La audiencia, señores,
se ahogaba en silencio…
¡Llorando el malevo,
lloraba su pena
el alma del pueblo!

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Margot

Se te embroca desde lejos, pelandruna abacanada,
que has nacido en la miseria de un convento de arrabal…
Porque hay algo que te vende, yo no sé si es la mirada,
la manera de sentarte, de mirar, de estar parada
o ese cuerpo acostumbrado a las pilchas de percal.
Ese cuerpo que hoy te marca los compases tentadores
del canyengue de algún tango en los brazos de algún gil,
mientras triunfa tu silueta y tu traje de colores,
entre el humo de los puros y el champán de Armenonville.

Son macanas, no fue un guapo haragán ni prepotente
ni un cafisho de averías el que al vicio te largó…
Vos rodaste por tu culpa y no fue inocentemente…
¡berretines de bacana que tenías en la mente
desde el día que un magnate cajetilla te afiló!

Yo recuerdo, no tenías casi nada que ponerte,
hoy usas ajuar de seda con rositas rococó,
¡me reviente tu presencia… pagaría por no verte…
si hasta el nombre te han cambiado como has cambiado de suerte:
ya no sos mi Margarita, ahora te llaman Margot!

Ahora vas con los otarios a pasarla de bacana
a un lujoso reservado del Petit o del Julien,
y tu vieja, ¡pobre vieja! lava toda la semana
pa’ poder parar la olla, con pobreza franciscana,
en el triste conventillo alumbrado a kerosén.

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