noviembre 2021

Oficial 1º

Dorothea Tanning

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La obra se estrenó en el mes de septiembre de 1982, en el Teatro Odeón de Buenos Aires.

 

 

 

 

 

 

Oficial 1°
(La acción se desarrolla en un despacho sombrío y polvoriento, poblado de muebles vetustos que han conocido tiempos mejores: un amplio escritorio de madera, flanqueado por un viejo sillón giratorio que chirria y una silla común, un armario, una biblioteca y un perchero. Contrastando desagradablemente, hay algunos elementos feos, baratos y relucientes: una máquina de escribir, algún fichero metálico. La luz es escasa y en varios lugares se insinúan bultos irreconocibles. El Oficial 1º, está sentado en el sillón giratorio, leyendo el diario «La Prensa»: El también es vetusto y polvoriento como el despacho, aunque no resulta fácil adivinársele tiempos mejores. Tímidamente, se asoma la nueva empleada: no es especialmente hermosa, aunque tiene la belleza normal de una muchacha de veinte años y cierto aire de ingenua pedantería universitaria. Golpea discretamente la puerta para llamar la atención, pero sin éxito. Carraspea, con el mismo resultado. Por último, emite un sonoro estornudo)
OFICIAL 1º
(Por encima del diario) ¿Qué le pasa?
EMPLEADA
Bue… Buenos días. Yo soy…
OFICIAL 1º
Sí, ya sé. Usted es la nueva empleada.
EMPLEADA
Sí, señor.
OFICIAL 1º
(Dobla cuidadosamente el diario y consulta su reloj) Son las siete y cuarenta
EMPLEADA
Yo, señor…
OFICIAL 1º
La hora de entrada son las siete y media en punto.
EMPLEADA
Sí, señor, ya sabía pero…Como era el primer día…Pensé que…
OFICIAL 1º
De todos modos, no se preocupe (Como disculpándose) El único que viene a esa hora soy yo. Tengo insomnio, me levanto temprano.
EMPLEADA
Lo lamento.
OFICIAL 1º
Además, Fulano tiene permiso por examen…Mengano es primo del juez…Zutano es asmático y tiene que hacerse nebulizaciones… (Breve pausa) De cualquier manera, desde mañana, ya sabe: a las siete y media.
EMPLEADA
Sí, señor.
OFICIAL 1º
Bueno, siéntese, no se quede ahí parada como una estatua. (La chica avanza unos pasos, desconcertada, no sabiendo dónde sentarse. El Oficial 1º arroja debajo del escritorio uno de los bultos irreconocibles, que está encima de la silla y le indica el lugar. La chica, muy incómoda, se sienta en el borde de la silla) Esto está un poco desordenado…Los ordenanzas, usted sabe…(Toma un vaporizador de ambientes, echa dos o tres bocanadas y regresa a su sitio) Ah, la Justicia no es lo que era antes…En fin…(Breve pausa) Quiero que aclaremos una cosa de entrada. Yo sé perfectamente por qué ha entrado usted a trabajar aquí.
EMPLEADA
(Fervorosa) Bueno, señor…Yo empecé este año a estudiar abogacía…Creo sinceramente que es mi vocación…Y me pareció que sería una buena práctica…
OFICIAL 1º
(Sin agresividad) Déjese de pavadas, m’hijita, no estoy hablando de eso…Usted entró a trabajar aquí porque su papá es amigo del doctor García Ipico, que es camarista… Y el doctor García Ipico le pidió que la nombrara al doctor Fernández Ialgo, que es el juez de este Juzgado…¿No es cierto?
EMPLEADA
Sí, pero…
OFICIAL 1º
Pero ahora tiene que olvidarse de su papá, y del doctor García Ipico, y del doctor Fernández Ialgo, y del doctor González Etecé que, dicho sea de paso, es el secretario y nunca llega antes de las once…¡Yo soy el Oficial 1º y usted está bajo mis órdenes! (Con ademán imperial) ¡Los oficiales primeros somos las columnas sobre las que reposa el Palacio de Justicia…! ¡Y así fue, así es y así será…! (Recapacitando) Bueno, por lo menos así era antes, cuando la Justicia era otra cosa…¿Me comprende?
EMPLEADA
Sí, señor, perfectamente… El doctor Fernández Ialgo ya me adelantó ayer que usted era…Como una especie de jefe del personal.
OFICIAL 1º
(Satisfecho) Bueno…Muy bien…¿Cuál es su nombre?
EMPLEADA
Vera. Cecilia Vera.
OFICIAL 1º
Yo me llamo Pilatti. Pero puede decirme señor Pilatti. (Breve pausa) Quiero advertirle con entera lealtad, señorita Vera, que personalmente estoy en contra de que en Tribunales trabajen mujeres.
EMPLEADA
(Naturalmente incómoda) Yo, señor…
OFICIAL 1º
Pero no tiene nada que temer. Voy a ser estrictamente justo con usted. Al fin y al cabo, nuestro oficio es hacer justicia…A pesar de todo…Contra viento y marea.
EMPLEADA
Gracias, señor.
OFICIAL 1º
(Pomposo) ¡Contra viento y marea! ¿Usted sabía, jovencita, que en 1932…? ¿Un juez de Instrucción, el doctor Artemio Moreno…? ¿Allanó el Departamento Central de Policía…?
EMPLEADA
(Algo admirada) No, la verdad es que no lo sabía.
OFICIAL 1º
Sí, poca gente lo sabe ahora…Claro, antes la Justicia era otra cosa…No trabajaban mujeres…Y los sueldos eran más altos…(Tras una breve pausa nostálgica, vuelve a la realidad) En fin…¿Usted entiende algo de todo esto?
EMPLEADA
(Sin entender) ¿Perdón…?
OFICIAL 1º
Del trabajo, quiero decir…
EMPLEADA
Bueno, yo recién di tres materias…Introducción al Derecho, Sociología y Derecho romano…
OFICIAL 1º
No importa, yo le voy a explicar. Alcánceme el despacho.
EMPLEADA
¿El qué?
OFICIAL 1º
El des-pa-cho. Los expedientes…(Señala vagamente en cierta dirección) Ahí arriba…
(La chica se levanta desorientada y avanza en la dirección indicada, sin saber muy bien qué es lo que busca. Por último abre el armario, lanza un grito de terror y vuelve a cerrarlo, pero a través de la puerta entreabierta queda asomando una mano exangüe, como una flor marchita)
EMPLEADA
(Aterrada) ¡Señor…!
OFICIAL 1º
¿Qué hace…? ¡El despacho, le dije…! ¡Los expedientes…! ¡Ahí arriba de la mesita…! (La chica, sin dejar de mirar la mano, levanta una pila de expedientes y los lleva hasta el escritorio) Muy bien, muy bien…Esto se llama «el despacho»…Los expedientes que tenemos que despachar…Para que luego el juez los revise y los firme…
EMPLEADA
(Aún no repuesta de la impresión, señalando la mano fatídica) Pero, señor…¡Esa cosa…!
OFICIAL 1º
¿Qué cosa?
EMPLEADA
No alcancé a ver bien lo que hay ahí adentro, pero…Mire…
OFICIAL 1º
Sí, tiene razón…Tiene razón…(Pulsa un timbre con energía) No se puede trabajar en medio de esta mugre…Aunque le advierto que va a tener que ir acostumbrándose…Ah, le aseguro que antes la Justicia era otra cosa… (Vuelve a pulsar el timbre. Entra un ordenanza cachaciento, con un plumero bajo el brazo)
ORDENANZA
¿Llamaba…?
OFICIAL 1º
Esto es un chiquero. (El ordenanza plumerea la mano, la mete dentro del armario y lo cierra. La chica lo agradece con un suspiro de alivio) A ver si arregla un poco, pasa una gamuza, pone las cosas en su lugar. Así no se puede trabajar. (Mientras el ordenanza insinúa la salida) Traiga dos cafés.
ORDENANZA
No se pueden hacer veinte cosas al mismo tiempo…
OFICIAL 1º
(Tras una ligera vacilación) Bueno…Traiga los cafés. (El Ordenanza sale) El café, mi estimada jovencita, es como…Sí, como la sangre de la Justicia (Ríe satisfecho y consulta su reloj) Caramba, ya son casi las ocho…¿Dónde estábamos…?
EMPLEADA
(Temblorosa, señalando los expedientes) En el despacho…
OFICIAL 1º
Muy bien, muy bien…Veo que aprende rápidamente, señorita…Perdón…¿Cómo era su nombre?
EMPLEADA
Vera. Cecilia Vera.
OFICIAL 1º
(Toma un delgado expediente que está arriba de la pila) Empecemos por el primero…Hay que ser ordenado, y prolijo…De lo contrario, uno se pierde en este laberinto. (Le alcanza el expediente) Fíjese…¿Qué dice ahí?
EMPLEADA
(Leyendo la carátula) Pérez, José.
OFICIAL 1º
¿Pérez? (Medita brevemente) No, no creo que sea pariente del doctor Pérez Ancómpany. ¿De qué se trata?
EMPLEADA
(Leyendo dificultosamente) Ese barra hábeas corpus.
OFICIAL 1º
¿Otro hábeas corpus? No se imagina, jovencita, los vaivenes que ejerce la moda sobre la Justicia…Una cosa tan inmutable, tan severa y, sin embargo…Hubo una época en que estuvieron en boga las violaciones…(Turbado) Perdón, no sé si entiende a qué me refiero…Después, las estafas…T ahora, los hábeas corpus…¡Miles de hábeas corpus…! ¡Modas…! ¡Caprichos…! No como antes, cuando la Justicia…(Se interrumpe) ¿Usted tiene idea de lo que es un hábeas corpus?
EMPLEADA
(Inevitablemente académica) Bueno…Hábeas corpus es una locución latina utilizada para denominar una institución de origen anglosajón que se remonta a la Carta magna dictada en 1215 y concretada en la Ley de 1679, bajo el dictado de Carlos II. Constituye una garantía de la libertad individual para amparar prácticamente a las personas detenidas sin orden legal de autoridad competente. En la Argentina fue recogida por primera vez en el proyecto constitucional auspiciado por la Asamblea del año XIII…
OFICIAL 1º
(Interrumpiéndola, benévolo hasta donde puede) ¿Todo eso lo aprendió en la Facultad…? (Ella asiente) Bueno, ahora agarre el Código…
EMPLEADA
¿El Código…? ¿Cuál Código…?
OFICIAL 1º
¿De qué estábamos hablando…?
EMPLEADA
Del Hábeas corpus.
OFICIAL 1º
(Indignado) Entonces…¿Cómo me pregunta qué Código…? ¡El Código de Procedimientos en lo Criminal…! ¡Es como la Biblia para nosotros…! (Buscando por encima del escritorio)¡Y estaba justamente aquí arriba…! ¿Dónde lo pueden haber metido…? (Se levanta y revisa por distintos lugares de la habitación) ¡Es ese imbécil de Zutano…! ¡Con el pretexto de que es asmático…! ¡Esconde todo lo que le produce alergia…!
EMPLEADA
(Solícita) ¿Puedo ayudarlo?
OFICIAL 1º
(Sin prestarle atención, continúa buscando en lugares inverosímiles. Ella se aproxima incidentalmente al archivo metálico, pero cuando hace ademán de abrir el primer cajón, él la detiene con un aullido histérico) ¡Cuidado…! ¡No toque eso…! (Ella queda paralizada) Ahí están las armas…
EMPLEADA
(Atónita) ¿Sus armas…?
OFICIAL 1º
(Desdeñoso) ¿Mis armas…? ¿No irá a creer que nosotros usamos armas, jovencita? ¡Nosotros somos gente de la Justicia! (Con manos temblorosas abre el cajón y saca un revólver de gran tamaño) No, son las armas que se utilizan en los delitos…La policía las secuestra y las manda aquí, al Juzgado…(Vuelve a guardar el arma y cierra el cajón) No tiene que tocar esto, jovencita…Es peligroso…A las armas las carga el diablo…(Mientras tanto, la empleada se ha aproximado a prudente distancia del armario del que surgió la mano y lo contempla) Y las mujeres son tan impresionables…Yo por eso digo que no deberían trabajar en Tribunales…
EMPLEADA
Entonces…Ahí deben guardar las pruebas…(Casi para sí misma) El cuerpo del delito, creo que le dicen…Aunque yo no di todavía Derecho Penal…No es muy higiénico, que digamos…Ni demasiado seguro, tampoco…Pero, la verdad, creo que me tranquiliza…
OFICIAL 1º
(Restándole importancia) Olvídelo, olvídelo…(Mientras tanto, ha ido hasta la biblioteca y sacado varios libros. Detrás, aparece la cabeza de un cadáver. La chica, por supuesto, no lo advierte, y a él no parece llamarle la atención. Revisa los libros que tiene en la mano, selecciona uno y guarda los otros, ocultando la cabeza) Aquí está. (Vaporiza el libro con el desodorante y vuelve a ocupar su lugar) Bueno, dejémonos de tonterías y empecemos a trabajar…(Toma el expediente) «Pérez, José.Habeas corpus» (Le entrega el Código) A ver, busque en el Código…Artículo 617…(La chica busca en el libro, encuentra el artículo indicado y empieza a leerlo, para sí misma) En voz alta…Así se retiene mejor.
EMPLEADA
(Leyendo con afectación escolar) «Título IV. Del modo de proceder en los casos de detención, arresto o prisión ilegal de personas. Artículo 617: Contra toda orden o procedimiento de un funcionario público, tendiente a restringir sin derecho la libertad de una persona, procede un recurso de amparo de la libertad…»
OFICIAL 1º
¿Entendió?
EMPLEADA
Sí, claro.
OFICIAL 1º
Si el tipo está detenido ilegalmente, hay que ponerlo en libertad…De lo contrario, hay que rechazar el recurso. Esa es la teoría que necesita…¡Qué Carta magna ni qué ocho cuartos…! (Hojeando someramente el expediente) Pérez, José…4 de septiembre…Tres de la mañana…Avenida del Trabajo al 3600…Tiraron la puerta abajo…Cuatro sujetos de civil…Un Falcon verde…(Con un suspiro de hastío) Bah, la misma historia de siempre… (Sigue hojeando el expediente) Vamos a ver…Estos dicen que no lo tienen…Los otros no saben nada…Los de más allá, ni noticia…No hay nada que hacer…(Entregándole el expediente) Hay que rechazarlo.
EMPLEADA
(Hojeando el expediente, primero con displicencia y luego con creciente inquietud) Pero, señor…¿Usted cree…? ¿Que con esos informes es suficiente…?
OFICIAL 1º
(Despectivamente festivo) ¿Y qué sugiere? ¿Qué les preguntemos también a los exploradores de Don Bosco?
EMPLEADA
(Con apasionada e ingenua sinceridad) Pero, señor, aquí hay una denuncia…¿No habría que investigarla?
OFICIAL 1º
(Tratando de no perder la paciencia) Señorita Vera, señorita Vera…Tribunales está lleno de falsas denuncias…¿Cómo podemos saber si ese José Pérez no está disfrutando tranquilamente del sol de las Baleares?
EMPLEADA
Pero aquí hay testigos…Nombres de testigos…¿No habría que interrogarlos?
OFICIAL 1º
(Conciliador) De acuerdo…De acuerdo…Supongamos que se lo llevaron, que alguien se lo llevó…¿Y si se tratara de una venganza privada…? ¿De un problema entre gángsters…? ¿Bandas rivales…? ¿Mafiosos…? Yo recuerdo, en 1927…(Hace memoria) No, en 1928…
EMPLEADA
¡Pero , señor…! ¡Acá dice que uno de los secuestradores se identificó como…!
OFICIAL 1º
(La interrumpe, escandalizado) ¡Cállese, insensata…! (Confidencialmente) Lo que usted está diciendo es peligrosísimo…No se puede dudar de la palabra de las instituciones…
EMPLEADA
(Empezando a desesperarse) ¡Yo no dudo de nada! Sólo le estoy diciendo que…
OFICIAL 1º
(Sin oírla) ¿Se da cuenta de que…? ¿Alguien…? ¿Podría pensar que usted simpatiza con…?
EMPLEADA
¡Eso es absurdo…! ¡Ofensivo…! Yo no simpatizo con nada…
OFICIAL 1º
¿Entonces…? ¿Por qué supone ahora que todos ellos son víctimas…? ¿Angelitos…?
EMPLEADA
¡Yo no he dicho eso…! Lo que yo quiero decir es que…(Buscando en su fresco e ingenuo arsenal jurídico, hasta encontrar triunfalmente el recuerdo deseado) ¡Simónides…! (El Oficial 1º se vuelve hacia la puerta pero, obviamente, no entra nadie) ¡Como dijo Simónides…! ¡Uno de los siete sabios de Grecia…! «La justicia es la voluntad constante y perpetua de dar a cada uno lo suyo».
OFICIAL 1º
(Perplejo) ¿Simónides…? ¡Puah…! ¿Y eso qué significa?
EMPLEADA
Eso significa que…(Animándose) ¡Que debe haber de todo! Criminales, equivocados, inocentes…Y que, justamente, para aclarar todo eso estamos nosotros…
OFICIAL 1º
¿Nosotros…?
EMPLEADA
(Retrocediendo) La Justicia, quiero decir.
OFICIAL 1º
(Agrandándose a su vez, como es habitual) ¡La Justicia…! Hace apenas media hora que usted entró por esa puerta y ya habla de «La Justicia» como si fuese propiedad suya…
EMPLEADA
No, no fue mi intención…
OFICIAL 1º
¡Me importan un pito sus intenciones…! (La contempla brevemente, parece compadecerla) Mire, le prometo olvidarme de todas esas gansadas que dijo…(Breve pausa) Ahora, ponga una hoja en la máquina…Tenemos que rechazar ese hábeas corpus…Y yo le voy a dictar la resolución…(La chica a regañadientes, pone una hoja en la máquina de escribir. El Oficial 1º empieza a dictar) «Buenos Aires, siete de octubre…» (Se interrumpe al ver que la Empleada no escribe) ¿Qué le pasa? ¿Me imagino que, por lo menos, sabe escribir a máquina…?
EMPLEADA
Discúlpeme, señor, pero…No puedo. Es…(Tratando lealmente de explicarse) Es un problema de sensibilidad…
OFICIAL 1º
¿Sensibilidad? (Con creciente resentimiento) ¡Sensibilidad…! Claro, usted es una joven, linda y brillante estudiante universitaria…En cambio…¿Yo qué soy? Un viejo burócrata endurecido…Un fantasma que se evapora en cuanto abandona este lugar maloliente…
EMPLEADA
No, no creo que sea así.
OFICIAL 1º
(Feroz) ¡Claro que no es así…! ¡Soy un ser humano tan lleno de sensibilidad como el que más…! ¡Tengo mujer, hijos, nietos a los que adoro…! ¡Todas las noches escucho los valses de Strauss grabados por la Orquesta Filarmónica de Viena…! ¡Y mi pasión, por si quiere saberlo…! ¡Mi verdadera pasión es la filatelia…! (Golpeando rítmicamente el escritorio) Pero tengo que vivir…Tengo que vivir…Tengo que vivir…(Se recompone, consigue adoptar cierto aire de benévola severidad) Y le aconsejo que haga lo mismo, señorita Vera. (Breve pausa) Ahora, déjese de pavadas y escriba…»Buenos Aires, siete de…»
EMPLEADA
(Incorporándose) Lo lamento, señor, pero no puedo… (Con serena firmeza) Quisiera ver al juez.
OFICIAL 1º
(Incrédulo) ¿Al juez…? ¡Pero usted está loca de remate…! ¡Hay empleados que hace ocho, diez años que trabajan aquí y todavía no han visto nunca al juez…! ¡Y usted pretende, a los cinco minutos de llegar…!
EMPLEADA
No importa. Yo necesito explicarle…
OFICIAL 1º
(Perdiendo definitivamente la paciencia, la toma del brazo y empieza a zamarrearla) ¿Quién se cree que ha firmado los ocho mil doscientos hábeas corpus que fueron rechazados este año…?
EMPLEADA
(Resistiéndose) ¡Suélteme…! ¡Usted no tiene derecho…!
OFICIAL 1º
¡Insolente…!¡Descarada…!¡Puta…!
ORDENANZA
(Entra con dos cafés sobre una bandeja que deposita encima del escritorio) Aquí están los cafés…(Advierte la situación) ¿Pasa algo?
OFICIAL 1º
¡Sáquela de aquí…!¡No quiero verla nunca más…!
(Los dos la arrastran hacia la salida, mientras la chica grita y se resiste con energía. En el forcejeo, se abren las puertas del armario y caen un par de cadáveres; aparece el que está escondido detrás de la biblioteca; el sobretodo que aparentemente estaba colgado en el perchero gira y resulta ser otro cadáver; alguno más cae del techo. Finalmente, el ordenanza arrastra a la chica fuera del despacho. El viejo vuelve hacia su escritorio, jadeante, arreglándose la ropa) Siempre dije que las mujeres no sirven para trabajar en Tribunales…Descaradas…Aprovechadoras…Histéricas…Ah, la Justicia no es lo que era antes…(Casi maquinalmente, se toma uno de los cafés que están encima del escritorio) Qué milagro…Hoy el café le ha salido bastante bien a este animal…(Se sienta en su chirriante sillón giratorio. Ve el otro café, vacila apenas y finalmente se lo toma también) Bueno…Ahora tendré que seguir con todo esto…(Levanta otro delgado expediente de la pila y lee la carátula) «Vera, Cecilia. Hábeas corpus».
(Apagón)

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