junio 2023

Cordobazo: Obreros y estudiantes, unidos adelante

Dorothea Tanning

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Un 29 de mayo, pero de 1969, se producía la rebelión popular más imponente que vivió la ciudad de Córdoba, que tuvo un enorme impacto nacional y quedó como un hito del movimiento de los trabajadores/as. Obreros, estudiantes y vecinos cordobeses expresaron su repudio a la dictadura militar, su bronca contra el incremento de horas de trabajo los días sábados, su necesidad de un inmediato aumento salarial del 40% y por la democratización de las casas de estudios.

Pero este día tiene su historia. Desde 1966 gobernaba una dictadura. El salario promedio bajó, las condiciones laborales empeoraron, las organizaciones sindicales, estudiantiles y políticas estaban intervenidas o prohibidas. La provincia de Córdoba tenía un crecimiento industrial sostenido desde hacía décadas. La conciencia colectiva para defender los derechos era muy alta. Y la Córdoba rebelde gozaba de buena salud.

La CGT nacional estaba dividida. Por supuesto, en territorio cordobés esa división se reproducía. No obstante, hubo luchas esporádicas contra los despidos y la pérdida de derechos.

La Universidad de Córdoba estaba en tensión desde el mismo 1966. Hubo una larga huelga contra la intervención, represión en el Hospital de Clínicas con un herido, Alberto Cerdá; actos relámpagos, manifestaciones, la muerte violenta del estudiante Santiago Pampillón por la acción policial, la ocupación del barrio Alberdi. La capital de la resistencia estudiantil era Córdoba. El comedor universitario, donde comían 5000 estudiantes diariamente, su centro neurálgico. En 1968, se retomó la lucha contra las restricciones al ingreso en la Facultad de Medicina, se realizaron los actos por el 50º aniversario de la Reforma Universitaria y se produjo el acercamiento a la CGT de los Argentinos.

El 12 de mayo de 1969 la dictadura sancionó la ley 18.204 que unificaba la semana laboral en 48 horas cuando en Córdoba se habían conquistado las 44 horas en el año 1932. La espuma desbordó. El 14 de mayo el SMATA realizó una asamblea con 3000 trabajadores en el Córdoba Sport Club donde se resolvió el paro de actividades. La policía reprimió violentamente. La respuesta de los trabajadores fue una reacción proporcional. La policía se tuvo que retirar. Al mismo tiempo, los metalúrgicos también estaban en lucha contra las “quitas zonales”, unas rebajas salariales ilegítimas.

El 16 de mayo se produjo un paro monolítico de los trabajadores mecánicos. El 23 de mayo se llevó adelante un paro estudiantil que también fue reprimido violentamente. Faltaba unir las fracciones populares que peleaban contra el poder y sus abusos.

El SMATA conducido por Elpidio Torres y la UTA conducida por Atilio López -ambos peronistas- estaban enroladas con la CGT Azopardo y el Sindicato Luz y Fuerza Córdoba conducida por Agustín Tosco -marxista- estaba en la CGT de los Argentinos. Había pocos vasos comunicantes aunque las luchas eran comunes. La Federación Universitaria de Córdoba estaba presidida por el dirigente comunista Carlos Scrimini que representaba a la combativa Facultad de Medicina y había logrado conducir un mosaico de identidades políticas con astucia y firmeza por la autonomía y por la unidad.

En esos días, se produjo lo inimaginable. La unidad de los sectores que luchaban. Un mérito grande tuvo el dirigente de la UOCRA, Jorge Canelles, que con un trabajo paciente convenció a los dirigentes de reunirse y acordar un plan de lucha común. El abogado laboralista Lucio Garzón Maceda también utilizó su gran influencia para que el encuentro entre Torres y Tosco existiera. Atilio López fue el otro integrante fundamental del acuerdo. En sintonía, Canelles y Tosco tenían un excelente diálogo con los estudiantes y, particularmente con Scrimini, lo que permitió cerrar el círculo.

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