mayo 2021

150 años de la comuna de París: Un legado que sigue vigente

Dorothea Tanning

Compartir en las redes sociales

Este año se cumplen 150 años de lo que fue una de las grandes epopeyas del movimiento obrero revolucionario como lo fue la Comuna de París. Sin dejar de ser también un hecho trágico y doloroso, el mismo representa un gran hito histórico para quienes se organizan por una sociedad más justa, igualitaria y libre de opresiones. Conocer un suceso tan transcendental como lo fue la Comuna de París y las demás circunstancias que se relacionan con ella, es primordial para comprender un momento histórico de la lucha del movimiento obrero organizado por su emancipación.
El presente trabajo trata de resumir los principales acontecimientos que le precedieron a la Comuna de París, como así también retratar el desarrollo de su existencia y de las consecuencias que la sucedieron.
El contexto político, económico y social:
Francia desde 1852 se encontraba transitando el Segundo Imperio tras la breve experiencia de la Segunda República. El emperador Napoleón III ejercía un duro control y represión de las actividades políticas y sindicales. Las actividades políticas partidarias se encontraban totalmente prohibidas, al igual que la constitución de los sindicatos y el recurso de la huelga. Para el caso de los sindicatos, seguía vigente Ley Chapelier del 14-27 de junio de 1791, que prohibía cualquier forma de corporación de ciudadanos de un mismo estado o profesión. Es decir que se utilizaba para prohibir la actividad sindical, la misma ley dictada durante la Revolución Francesa para destruir los gremios medievales de artesanos y comerciantes. En el caso de las huelgas, se utilizaba para prohibirlas el art. 416 del Código Penal del año 1810 que penaba el delito de coalición.
A partir de la década de 1860, comienza a crecer el malestar social por las duras condiciones de vida de la población, expresándose en manifestaciones y escaramuzas en varias ciudades francesas. Las consignas políticas pasaban de reclamos estrictamente republicanos de mayor apertura política, hasta reivindicaciones revolucionarias de diferentes tendencias. Esto demostraba que la estabilidad del régimen de Napoleón III comenzaba a debilitarse.
Ante esta situación, y con vistas en generar mayores simpatías dentro de la clase trabajadora, Napoleón III a partir de 1864 concede una relativa tolerancia hacia la constitución de sindicatos obreros. De esta manera, comienzan a crecer el número de sindicatos en toda Francia, en especial en la ciudad de París. Al mismo tiempo, los clubes y sociedades secretas también crecen en número, pudiendo hacer circular con mayores facilidades sus periódicos y folletos. En forma contraria al objetivo buscado por Napoleón III, las agitaciones huelguísticas y manifestaciones continuaron aumentando, al igual que las manifestaciones contrarias al régimen. Esta situación colocó nuevamente a Francia como el epicentro de las actividades revolucionarias en Europa.
Las expresiones contrarias al régimen reunían a tendencias ideológicas y clases sociales muy diferentes. Desde tendencias republicabas moderadas hasta posturas radicales y socialistas de las más diferentes. Dentro de estas últimas, eran los proudhonianos y blanquistas quienes se disputaban las posiciones más revolucionarias. Los proudhonianos estaban presentes en mayor medida dentro de las sociedades sindicales, que eran las organizaciones que reunían a un movimiento estrictamente obrero. Los blanquistas, en cambio, reunían a grupos más variados de obreros, profesionales y estudiantes.
La Internacional:     
Es imposible hablar de la Comuna de París sin hacer referencia a la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), ya que para muchos marcó el punto más alto y el ocaso de la primera organización internacional de trabajadores y trabajadoras. La Primera Internacional o simplemente “La Internacional”, había sido constituida en Londres en 1864 como el primer intento de crear una organización internacional que nucleara los esfuerzos emancipadores de trabajadores y trabajadoras de todo el mundo.
Francia desde su fundación estuvo presente en la Internacional, enviando delegados directos a sus congresos y constituyendo secciones de la Internacional en sus principales ciudades. Fue Francia la que le aportó a la Internacional un verdadero movimiento de masas obreras. Esto no quiere decir que haya sido en ese momento Francia quien tuviera el movimiento obrero mejor organizado, sino que la influencia de los internacionalistas franceses sobre el movimiento sindical de su país era más profunda y decidida en comparación con el resto, con influencia sobre Bélgica y en la Suiza francesa. Los sindicatos ingleses estaban más interesados en sus asuntos internos que en los avatares producidas dentro de la Internacional. Alemania hasta la Comuna de París no había enviado delegados directos a los congresos de la Internacional, ya que Marx había dilatado lo más posible esa situación debido a que, hasta ese momento, la Asociación General Obrera Alemana estaba influenciada por los seguidores de Lassalle y tenía esperanzas de que Liebknecht pudiera organizar un movimiento obrero alemán rival. En Italia y España si bien las secciones de la Internacional hablaban en su nombre, las mismas seguían su propio camino sin prestar atención al Consejo General de Londres.
A partir de la relativa tolerancia prestada por Napoleón III a la actividad sindical, fueron los internacionalistas franceses quienes incentivaron la creación de cámaras sindicales en las principales ciudades para federar al mayor número posible de sindicatos. En París la cámara sindical local si bien era formalmente independiente a la sección local de la Internacional, funcionaba en el mismo edificio de esta última y compartían gran parte de sus integrantes.
Como se mencionó anteriormente, los sindicatos franceses estaban principalmente influenciados por la doctrina de los proudhonianos. Esto explica que los internacionalistas franceses hayan pertenecido en su mayoría a esa corriente. Los delegados franceses enviados a los congresos de la Internacional eran proudhonianos, aunque paulatinamente se fue produciendo una diferenciación entre los mismos producto del cambio de influencia de sus principales figuras.
Las principales figuras dentro de la delegación francesa de la Internacional eran Henri Tolain y Eugène Varlin, un trabajador de metales y un encuadernador respectivamente. Los dos eran proudhonianos pero con posiciones muy diferentes. Ambos, fieles al principio federativo de Proudhon, eran federalistas y contrarios a las grandes centralizaciones. Aspiraban a una Francia libre compuesta de comunidades locales autónomas y libremente federadas. Repudiaban las políticas de Estado en todas sus formas, tanto las republicanas como la idea de dictadura revolucionaria de los blanquistas. Pero Tolain era partidario de la propiedad privada a pequeña escala y de un Banco Central de Crédito de préstamos libres de interés y por fuera del Estado, siendo su posición más representativa de los intereses del artesanado especializado. Varlin, en cambio, era colectivista y su perspectiva comprendía también los intereses del gran proletariado francés. Varlin consideraba que la producción a pequeña escala debía ser realizada por cooperativas nacidas de los sindicatos obreros, mientras que la producción a gran escala debía estar en manos de las comunas locales, y de ser necesario, a través de la libre federación de comunas locales.
La posición de Tolain comenzó siendo la predominante dentro de la delegación francesa, pero para el momento de los sucesos de la Comuna de París, la de Varlin era la que se impuso. En parte ese cambio siguió el curso de los acontecimientos producidos dentro de la propia Internacional, en cuyo Congreso de Bruselas de 1868 se había sentado las bases de la colectivización por sobre la pequeña propiedad, lo que significó la derrota en ese punto de las posiciones proudhonianas. Este cambio de posición dominante dentro de la delegación francesa, representa un cambio de las posiciones mutualistas de Tolain hacia una que podríamos llamar hoy como sindicalista revolucionaria, término desconocido hasta ese momento. Tolain terminará asumiendo una posición moderada que lo llevará a oponerse a la Comuna, mientras que Varlin será para muchos el gran referente de la Comuna, por lo menos en lo que respecta a las posiciones de los sindicatos obreros e internacionalistas franceses. Este último luchará por la Comuna hasta su detención, tortura, mutilación y final ejecución.
La guerra franco-prusiana – La ocupación prusiana – El sitio de París:
El 19 de julio de 1870 estalla la guerra franco-prusiana que enfrentó a las dos principales potencias de la Europa continental. La rápida derrota francesa y rendición de Napoleón III en Sedan el 2 de septiembre de 1870, dejó a París sin gobierno y ante la amenaza latente de una ocupación por parte del ejército prusiano. De hecho, la ciudad fue sitiada por las tropas prusianas durante 4 meses.
La única milicia con la que contaba la ciudad era su Guardia Nacional local, la cual estableció comités de vigilancia en cada barrio. Estos comités enviaron delegados al Comité Central que representaba a los 20 barrios de la ciudad. Este comité se comenzó a reunir en el mismo edificio de la Cámara Federal de los Sindicatos Obreros de París y del Comité de la Internacional en esa ciudad. Era claro que las armas estaban comenzando a pasar a manos obreras.
La captura de Napoleón III por parte de los prusianos, obligó a conformar en París un Gobierno provisional de la Defensa Nacional que, luego de un frustrado intento de enfrentar la ocupación, inició las negociaciones de las condiciones de la rendición. Las condiciones de Bismarck eran durísimas: la anexión de Alsacia-Lorena, el pago de una fuerte indemnización y la ocupación de París.
El gobierno provisional acepta las condiciones impuestas, incluida la entrega de la ciudad de París. Asimismo, el gobierno provisional acuerda dirimir y convocar a elecciones para elegir una Asamblea Nacional que dé inicio formal a la Tercer República y ratifique las condiciones de la paz.
La entrega de la ciudad y las duras condiciones de la derrota, que implicó también un aumento de impuestos sobre la población para cumplir con las mismas, generó un malestar entre los vecinos de la ciudad de París, al igual que en muchas otras ciudades francesas. Se produjeron manifestaciones y expresiones de descontento que tuvieron que ser contenidas por los soldados. Finalmente, las tropas prusianas entraron en París, ocuparon un distrito por dos días y luego se retiraron a los fuertes del norte y este de la ciudad.
La Asamblea Nacional – Versalles – La huida del gobierno:
Si la entrega de la ciudad de París había despertado la indignación de sus habitantes, mayor lo fue al saberse los resultados de las elecciones para integrar la Asamblea Nacional celebradas en febrero de 1871. La misma era completamente reaccionaria. Esencialmente estaba compuesta por monárquicos, legitimistas, orleanistas e incluso algunos bonapartistas. De los 630 miembros, sólo 20 pertenecían al ala izquierda del socialismo. De estos últimos, sólo 4 eran candidatos de la lista obrera: Herni Tolain, Benoit Malon, Félix Pyat y el abogado blanquista Charles Gambon. La asamblea eligió a Adolphe Thiers para presidir el nuevo gobierno. Los resultados de las elecciones mostraron el carácter reaccionario de la Tercer República y tiraron abajo las esperanzas de cambios significativos para las clases populares.
El nuevo gobierno resolvió instalarse en la cómoda Versalles y salir del ámbito de la convulsionada París. Thiers había enviado al principio soldados a la ciudad para intentar calmar las manifestaciones, pero no estaba seguro sobre la lealtad de esas tropas si se producía un levantamiento popular. Es por ello que ordenó el retiro de las mismas al igual que la gran mayoría de la burocracia gubernamental. Esto colocó a la ciudad de París sin gobierno y sin presencia de fuerzas represivas leales al gobierno de Versalles.
La situación precedentemente descripta generó las bases para la creación de la Comuna de París. La única autoridad que seguía existiendo era la Guardia Nacional de la ciudad que, como vimos, sus integrantes tenían contacto estrecho con los sindicatos e internacionalistas.
La Comuna de París:
El Comité Central de la Guardia Nacional no quiso ser el gobierno de la París revolucionaria. En vez de ello, resolvió llamar a elecciones para un gobierno de la ciudad que sería llamado “La Comuna de París”.
El 28 de marzo de 1871 se celebraron las elecciones de los 92 representantes de la Comuna, en donde fueron elegidos 22 internacionalistas y 24 blanquistas. Pero más allá de las identificaciones ideológicas, la mayoría de los miembros elector pertenecían a las clases populares ya que gran parte de las clases acomodadas habían huido de la ciudad.
La Comuna tuvo diferentes interpretaciones para quienes participaron activamente en su creación y defensa. Para algunos tuvo un sentido estrictamente republicano, posibilitando a los habitantes de la ciudad tener su propio municipio, hecho que les fue negado siempre, con una representación amplia y fidedigna de los diferentes sectores sociales que la conformaban, especialmente de los sectores populares. Para los sectores radicales y socialistas, era además la base para una transformación revolucionaria de la realidad social existente. Dentro de estos últimos, para blanquistas y jacobinos, el gobierno de la Comuna debía centralizar la dirección revolucionaria y alcanzar, de ser posible, una dimensión nacional que la coloque como epicentro de una revolución que involucre a toda Francia. Los internacionalistas franceses como Varlin, desconfiaban en cambio de las élites revolucionarias y veían al gobierno de la Comuna como un gobierno local que involucraba directamente al pueblo de París en un proceso revolucionario. La Comuna de París para estos últimos, debía ser un movimiento de masas que despierte similar efecto en el resto de las ciudades de Francia, hacia la constitución de sus respectivas comunas libres y posterior alianza federativa entre las mismas. Pero a medida que la situación se hacía más desesperante, los blanquistas y jacobinos se fueron imponiendo dentro del gobierno de la Comuna.
Más allá de los anhelos revolucionarios de las distintas corrientes ideológicas, pocas transformaciones se pudieron llevar a la práctica, dada la brevedad de la duración de la Comuna (2 meses) y por el hecho de todos sus esfuerzos estaban concentrados en la defensa militar de la ciudad. Por otro lado, los alzamientos populares producidos en otras ciudades francesas, fueron rápidamente sofocadas por el ejército. Esto dejó a la Comuna de París en un total aislamiento que la llevó finalmente a la derrota. Los intentos de avanzar hacia Versalles y derrotar al gobierno de Thiers, fueron desestimados por la imposibilidad material de llevarlo a la práctica, especialmente por el hecho de que intervendría a su favor el ejército prusiano.
No obstante lo difícil de la situación, se implementaron igualmente algunas reformas en la ciudad. Las fábricas y talleres abandonados por sus dueños, funcionaron como cooperativas, mejorando las condiciones de trabajo de sus miembros. Se pusieron en marcha nuevos talleres, se mejoraron los salarios de los empleados públicos y se suprimió el trabajo nocturno en panaderías. El gobierno de la Comuna logró mantener hasta el último momento el funcionamiento de los servicios públicos indispensables. Se intentó organizar un sistema educativo gratuito, obligatorio y laico, pero no pudo llegar a implementarse.
La Comuna fue un gobierno obrero que debió concentrarse en la defensa de la ciudad y despertó las esperanzas revolucionarias de gran parte de su población, quienes entregaron su vida para defenderla de la reacción.
La resistencia – La Semana Sangrienta – El fin de la Comuna:
La ciudad de París comenzó a ser bombardeada y sitiada por el gobierno de Versalles a partir del 2 de abril de 1871. La defensa de la ciudad estuvo en manos de la Guardia Nacional reorganizada por la Comuna y conformada principalmente por miembros activos del movimiento obrero. En la defensa armada de la ciudad, participaron también como miembros de la Guardia Nacional las trabajadoras parisinas, las que llegaron a conformar su propio batallón, entre las cuales se encontraba la poeta y militante anarquista Louise Michel. La defensa de la ciudad por parte de los trabajadores y las trabajadoras de París, fueron los momentos más heroicos de la clase trabajadora en la conquista de sus derechos y libertades.
Finalmente, el 21 de mayo fue derribada una de las puertas occidentales de la muralla de la ciudad por parte del ejercito de Versalles, dando inicio a la reconquista de la ciudad por parte de la reacción. Desde esa fecha hasta el 28 de mayo, se produjo lo que se denominó como “La Semana Sangrienta”, en donde el ejército francés baño de sangre las calles de París con la ejecución de miles de trabajadores y trabajadoras.
El escarmiento del gobierno de Versalles no tuvo piedad. El objetivo era borrar para siempre cualquier recuerdo de la Comuna y enviar un mensaje contundente a las organizaciones revolucionarias de trabajadores y trabajadoras de todo el mundo. Las cifras de detenidos, torturados, muertos y deportados, nunca fueron sabidas con exactitud. Se estima entre 10 mil y 30 mil las muertes y en 45 mil las detenciones. Miles fueron deportados en masa a la isla de Nueva Macedonia en el pacífico sur. Los más afortunados lograron exiliarse. La ley marcial continuó por 5 años más y para 1875 continuaban siendo 43.521 el total de trabajadores y trabajadoras condenados, en su mayoría obreros y obreras manuales.
La derrota de la Comuna de París significó la derrota en ese momento del movimiento revolucionario europeo y el regreso de la reacción en el poder. El movimiento obrero francés debió esperar hasta la década de 1890 para volver a contar con una organización sindical fuerte de la mano del sindicalismo revolucionario.
El fin de la Internacional:
La derrota de la Comuna de París significó la derrota de la Internacional, ya de por sí debilitada por la guerra franco-prusiana. Como se mencionó anteriormente, era Francia la que le aportaba a la Internacional un verdadero movimiento de masas y era el epicentro de las actividades revolucionarias en Europa.
En ese sentido, la derrota de la Comuna implicó un cambio en la conformación de la delegación francesa de la Internacional, al cual se le sumó la incorporación definitiva de la delegación alemana a la misma. Esta situación importó un quiebre en el equilibrio interno de la organización internacional que facilitó la fragmentación de la misma.
La delegación francesa que asistió a la Conferencia de Londres de la Internacional en septiembre de 1871, estaba ahora compuesta mayormente por blanquistas exiliados que apoyaron la modificación de los Estatutos Generales pretendida por Marx. Esta modificación establecía que la clase trabajadora debía constituirse en partido para así conquistar el poder político. Se trata de una modificación que no podía ser aceptada por quienes compartían una concepción libertaria de la acción revolucionaria.
La fractura definitiva de la Internacional ya era un hecho. Al Congreso de La Haya de septiembre de 1872 asistieron por primera vez delegados directos de las secciones alemanas, debido a que Marx había logrado controlar la influencia de los seguidores de Lassalle dentro del movimiento obrero alemán. De esta manera, existieron las mayorías necesarias para aprobar la modificación introducida a los Estatutos Generales en la Conferencia de Londres del año anterior. Al mismo tiempo, era aprobado en dicho congreso la expulsión Mijaíl Bakunin y James Guillaume, delegados de la Federación Jurasiana integrada principalmente por trabajadores relojeros de las montañas del Jura en Suiza.
Casi en forma inmediata, se reunían en Saint Imier (Suiza), delegados de las secciones suizas, españolas, italianas, francesas y estadounidenses de la Internacional, en la cual resuelven rechazar los acuerdos del Congreso de La Haya y aprueban un “Pacto de amistad, solidaridad y defensa mutua”. De esta manera, se concretaba la fractura definitiva de la Primera Internacional cuyas ambas escisiones tendrían poca duración.
Como decíamos anteriormente, la derrota de la Comuna de París fue la derrota del movimiento revolucionario europeo de ese momento y el fin del primer intento de conformar una organización internacional de trabajadores y trabajadoras.

Compartir en las redes sociales